jueves, 22 de marzo de 2018

Reflexionando con Ferran Ramon- Cortés



LA COMUNICACIÓN EN TIEMPOS DIFÍCILES: 10 cosas que deberíamos hacer especialmente bien

Vivimos tiempos difíciles, tiempos inciertos, que están poniendo a prueba la capacidad de liderazgo de las personas.
En las empresas, algunos directivos han optado por crear imperios del miedo, sin ser conscientes de que el miedo paraliza, anula la creatividad, y no ayuda a que la gente de lo mejor de sí misma. Sólo podemos salir de esta crisis con implicación y confianza, y algunas personas están provocando todo lo contrario.
Y en el contexto de los equipos, se están callando muchas cosas y se están dejando muchos pequeños conflictos por resolver, abriendo la puerta a las malas interpretaciones y a la desconfianza, cuando es un momento en el todos nos necesitamos los unos a los otros más que nunca.

Estas son 10 cosas que podemos hacer y que deberíamos hacer especialmente bien en términos de comunicación:

ESCUCHAR MÁS. Captar señales, percibir alertas, anticipar situaciones de conflicto. Estar más con la gente y sobre todo no encerrarse en los despachos y vivir más el pasillo, en el café o en la recepción.

SOBRECOMUNICAR. Explicar más lo que ocurre y por qué ocurre, explicar más las perspectivas y los horizontes de futuro. Poner la comunicación en nuestra agenda del día a día. Las personas no sólo esperan que les contemos las cosas, si no que quieren vernos contarlas.

SER CLAROS Y DIDÁCTICOS. Luchamos contra una atención selectiva derivada de expectativas frustradas, desinformaciones y rumores. Hemos de explicar las cosas muy bien explicadas, de distintas formas y en distintas ocasiones, y siempre con un mensaje claro en mente.

SER MÁS TRANSPARENTES. En la era de Internet, pensar que podemos esconder información es ser iluso. La información hay que gestionarla, pero no podemos esconderla. Y en ocasiones es transparente decir que no puedo decir. Lo que no es transparente es despistar.

SER MÁS RÁPIDOS. Vivimos en directo, las 24 horas del día. Lo que no expliquemos nosotros se sustituirá por el rumor o la imaginación. No podemos esperar a tener todas las piezas del puzzle para contar algo. Hemos de contar lo que tenemos en cada momento, emplazando a la posterior actualización.

SER MÁS EMPÁTICOS. Tener muy presentes los estados anímicos de la gente, y tolerar errores no intencionados. Evitar generar ambientes de tensión, y como reza un dicho japonés, “en caso de irritación, lo que tengas que decir dilo mañana”.

RESOLVER LOS PEQUEÑOS CONFLICTOS. Uno a uno, y con celeridad. No dejar que se acumulen ni que se pudran. Convocar a la gente para aquellos “cafés pendientes” que tenemos, aquellas conversaciones que necesitamos mantener para resolver lo que nos ha distanciado.

SER DIQUES DE CONTENCIÓN, NO CORREAS DE TRASMISIÓN. Parar los golpes, reflexionar, y ver qué se necesita hacer en cada caso, pero no pasar la presión hacia abajo sistemáticamente y con efecto multiplicador.

DA MUCHO MÁS RECONOCIMIENTO. Muchísimo más. No dejar que las relaciones se enrarezcan por demasiado peso de la crítica y por ausencia del reconocimiento. Buscar formas creativas e interesantes de reconocer el buen hacer de los demás.

CONTAGIAR POSITIVISMO. Somos emocionalmente contagiosos, y podemos contagiar cada mañana lo que accidentalmente sintamos, o lo que conscientemente decidimos. Si decidimos contagiar positivismo, estaremos haciendo un gran regalo a los demás, y haciéndonos por el camino un gran regalo a nosotros mismos.

Extraído de: www.ferranramoncortes.com

Comparto con vosotros este Artículo que he leído en la Web de su autor y que me parece tiene plena vigencia.
Si reflexionamos con él, lo podemos aplicar en cualquier ámbito de nuestra vida, y seguro que nos ayudará en los pasos necesarios para lograr una mejor comunicación.

domingo, 18 de marzo de 2018

Reflexionando con Francesc Miralles



Buenas tardes,
Uno de mis amigos más admirados es un joven empresario que me inspiró el maestro budista de La lección secreta. Tiene una veintena de empleados y cada día, al llegar a la oficina, antes de nada dedica unos minutos a cada uno de ellos para hacerle tres preguntas: 1) ¿Cómo estás? 2) ¿En qué estás? 3) ¿Cómo puedo ayudarte?
Conociéndole, quiero pensar que escuchará atentamente las tres respuestas, muy especialmente la primera, pues casi nadie lo hace.
El «¿cómo estás?» o el más informal «¿qué tal?» se han vaciado de significado, ya que muy raramente quien lo pregunta se detiene a escuchar la respuesta. Esto es así hasta el punto que tampoco respondemos, como si nos hubieran lanzado un «hola» de cortesía. Con un estereotipado «bien, gracias» o un neutro «tirando…» queda zanjado el asunto.
Y, sin embargo, quizás es la pregunta simple más significativa que se puede hacer a un ser humano, ya que este interrogante apunta a todo lo que nos pasa por dentro (y a veces por fuera), y entre todo ello, lo que ocupa el primer lugar en nuestro catálogo de preocupaciones.
Se ha establecido la convención de que el «¿Cómo estás» no signifique nada o, lo que es lo mismo, sea un comodín que puede significar cualquier cosa. A veces te dicen por teléfono o te escriben por whatsapp un «¿cómo estás?» que en realidad significa:
•      ¿Qué hay de lo mío? en todas sus variantes: ¿Has acabado el trabajo? / ¿Tienes ya el dinero? / ¿Cuándo vendrás a llevarte el trasto que dejaste en mi casa?, y otras cosas por el estilo.
•      ¿Puedo empezar ya a contarte cómo estoy? En este caso, se espera de nosotros la consabida respuesta neutra para, acto seguido, pasar al ataque después del «¿Y tú?» de cortesía.
Estos juegos demuestran aquello que dijo algún filósofo de que el uso de una palabra no compromete su significado.
Sin embargo, ¿qué sucedería si alguien tomara la pregunta al pie de la letra y contestara atendiendo a su verdadero significado?
Lo comprobó en propia piel un compañero de trabajo que tenía por costumbre usar el «cómo estás» / «qué tal» de forma masiva, como saludo estereotipado en cualquier situación social, incluso en actos tan cotidianos como comprar en un supermercado.
En una ocasión, me contó que la cajera de un supermercado a la que no conocía de nada contestó coherentemente a la pregunta explicándole cómo se sentía aquel día y por qué se sentía así, con lo cual se quedó boquiabierto. De no haber tenido pareja, me dijo, se habría enamorado de ella.
Vivimos en un mundo en el que, fuera del círculo íntimo, a casi nadie le interesa nadie. Por eso, tal vez la verdadera revolución emocional llegará el día que al preguntar «cómo estás» nos paremos a escuchar la respuesta y ésta salga del corazón, como la de la cajera.
Cuando llegue ese momento, estaremos todos sin duda mucho mejor.
¡Feliz semana!
Francesc


Una reflexión que nos hace pensar -y mucho- en nuestra forma de relacionarnos, en el grado de profundidad que tienen nuestras relaciones y qué necesitamos cambiar para sentirnos mejor. 

jueves, 15 de marzo de 2018

Reflexión del día: Con Oscar Wilde


El origen de la mayoría de las fricciones entre los seres humanos es creer que nuestra verdad es infalible y está por encima de la verdad de cualquier otra persona. Esta actitud hace que nos conduzcamos con rigidez y que seamos poco empáticos con los demás.
     Ir con certezas por la vida es la mejor manera de terminar enfadado con todo el mundo.
     Para combatir la tentación del pensamiento único, Edward de Bono nos recomienda estas claves para desarrollar el pensamiento lateral:

   * Cambiar el análisis racional por la provocación. En lugar de determinar cómo son las              cosas, juguemos a cómo podrían ser si...
   * Ser espontáneos y  "abrir compuertas" para que entren ideas de todo tipo, como sucede  en una sesión de brainstorming.
   * Prescindir de valoraciones previas o juicios, es decir: generar ideas sin prejuicios.
   * Aceptar todos los caminos posibles y rehuir las etiquetas en el ejercicio de pensar.

Extraído de: El Coaching de Oscar Wilde

sábado, 3 de marzo de 2018

Celebrando el cumpleaños de Sergio Catalán


Quiero compartir hoy con vosotros, un párrafo del libro Memorias de Los Andes, donde José Luis (Coche)Inciarte, expresa tan bien, lo que uno siente cuando reflexiona sobre la actitud que tuvo Sergio Catalán para ayudar a los sobrevivientes de los Andes en 1972:

"Me enteré más tarde de que el arriero había sido el gran protagonista en nuestra salvación. Me asombró muchísimo lo que hizo; sin que nos conociera nos brindó horas de su tiempo, tal vez dejó cosas importantes personales, o no tan importantes pero propias de él. ¿Por qué? Por unos muchachos que no conocía y que apenas había atisbado a través de un río... Ahí aflora esa condición humana, solidaria, salvadora, en un hombre sencillo, un hombre de campo, sin mayores conocimientos ni gran cultura. Pero nos mostró un corazón cargado de humanidad, de amor, porque fue lo que hizo, ¡ un inmenso acto de amor!... olvidándose de sí mismo y entregándose por entero a rescatar esas vidas que aún no conocía, sintiendo compasión y piedad, y sacrificando sus horas, su cansancio, solo por dar una mano a los necesitados. Confiando en su instinto más que en ningún conocimiento, y cumpliendo con su obligación de hombre de bien, ayudando, alertando, moviendo cielo y tierra para defender nuestras vidas".